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MÁS ALLÁ DE LA MIEL: PANORAMA ACTUAL DE LAS ABEJAS NATIVAS EN COLOMBIA Y SU SUPERVIVENCIA

  • Writer: Francisco Lopez
    Francisco Lopez
  • 1 day ago
  • 26 min read

Por: Francisco López-Machado

Biólogo, Entomólogo y Fotógrafo de la Naturaleza



Las abejas desde hace un buen tiempo están en el centro del debate ambiental. Diferentes estudios realizados en la última década vienen advirtiendo de su declive y señalan las posibles causas, que van desde el uso intensivo de agroquímicos hasta la acción de virus, ácaros y por supuesto, la pérdida de hábitat. La preocupación no es menor: sin la polinización que brindan, numerosos cultivos, con ellos buena parte de nuestra seguridad alimentaria podrían verse seriamente afectados.

 

En la actualidad y con el avance de las nuevas tecnologías, la información sobre este tema abunda, pero no siempre con el rigor necesario. Por eso, este artículo ofrece, a manera divulgativa, un panorama actualizado sobre las abejas nativas de Colombia: su diversidad, los servicios que prestan y los factores que amenazan su supervivencia, basándonos en la evidencia científica publicada en los últimos diez años. Sin embargo, antes de adentrarnos en los datos, nos conviene repasar algunos conceptos básicos sobre qué son los polinizadores, y dentro de estos qué hacen las abejas y por qué su conservación es esencial para nuestros ecosistemas y nuestra seguridad alimentaria.

 

¿Qué son los polinizadores? La polinización es un proceso que consiste en el transporte del grano de polen desde la antera hasta el estigma de una flor de la misma especie de planta. Esta transferencia requiere de un vector (algo que lleve el polen), el cual puede ser no biológico como es el caso del viento o el agua, o un agente biológico, que recibe el nombre de polinizador. Como consecuencia de este proceso, viene la formación de frutos y semillas. Esto es aplicable tanto a plantas cultivadas como plantas silvestres. Los polinizadores más comunes son las abejas (figura 1), los colibríes (figura 2), los escarabajos (figura 3), las mariposas (figura 4), algunas moscas (figura 5) e incluso murciélagos.


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Figura 1. Abeja nativa del género Trigona sobre flores de Etlingera elatior o Antorcha Roja. San Martin, Meta, 2023



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Figura 2. Colibrí Saucerottia saucerottei o Amazilia Coliazul visitando flores Verbena o Stachytarpheta cayennensis. Cali, 2025.



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Figura 3 Escarabajo Astylus indentatus polinizando unas flores de Melochia mollis (Familia Malvaceae). PNN Farallones de Cali, Colombia, 2021.



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Figura 4. Mariposa Junonia genoveva visitando un campo con muchas flores de diferentes especies de Asteráceas, en cercanías de Leticia, Amazonas, 2024.



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Figura 5. Una mosca Eristalis transversa (Fam. Syrphidae) visitando una flor de margarita común Bellis perennis. Se aprecia claramente que esta mosca trata de imitar los patrones de color ciertas abejas, algo muy común en las especies de esta familia de moscas. Delaware, Estados Unidos, 2022.



Como lo menciona la doctora Marisol Amaya-Márquez de la Universidad Nacional de Colombia en el libro Iniciativa Colombiana De Polinizadores: Abejas, todos los polinizadores desempeñan una función ecológica fundamental en la subsistencia de las plantas con flores al garantizar la formación de frutos y semillas, convirtiéndose en seres necesarios para la estabilidad de la mayor parte de los ecosistemas terrestres y por lo tanto en actores fundamentales para el bienestar y el futuro de la humanidad. Así mismo, se estima que más del 75% de los cultivos del mundo y alrededor del 80% de las especies de plantas con flores (unas 500.000 especies aproximadamente) dependen directamente de polinizadores. Por esta razón, la disminución actual de sus poblaciones ha generado gran alerta sobre las consecuencias de esta pérdida. Afirma la Doctora Amaya-Márquez que “Si la interacción planta-polinizador se rompe, podríamos dejar de tener acceso a cientos de frutas, verduras y legumbres que hacen parte de nuestra dieta actual”, sin mencionar lo que sucedería al resto de la biodiversidad. Porque no es solamente la disminución de nuestros cultivos, recordemos también que muchas aves, mamíferos e insectos dependen de los frutos y las semillas de las plantas silvestres para su supervivencia.



Algunos datos relevantes sobre las abejas: Para entender mejor el tema, vamos a darle un poco de contexto.


¿Qué lugar ocupan las abejas en el reino de los insectos?

Pertenecen al orden Hymenoptera, el mismo de las avispas y hormigas. Es un linaje famoso por los “insectos sociales”, aunque la mayoría de las abejas no viven en colonias. (Las termitas, aunque también sociales, pertenecen a un orden distinto).


¿Cuántas son y cómo viven?

Hasta hoy se han descrito unas 20 000 especies en todos los continentes salvo la Antártida, y es probable que falte por nombrar otro 10 %-15 %. De ese total tenemos que:

  • 3 de cada 4 son solitarias: hembras que cavan un túnel en tierra o madera, aprovisionan celdas con polen y néctar, ponen un huevo y no vuelven. Muchas son diminutas y pasan inadvertidas.

  • Alrededor del 15 % son parásitas de otras abejas: depositan su huevo en nidos ajenos y la larva se alimenta de las provisiones.

  • El 10 % restante forma colonias sociales, entre ellas la abeja melífera, con división de castas y producción de miel y cera.


¿Por qué importa esta proporción?

La apicultura comercial se apoya casi por completo en las abejas sociales, pero una gran parte de la polinización silvestre recae en las especies solitarias y, en menor medida, en las parásitas (que dependen de las primeras). Conocer esa diversidad es crucial para entender cómo se sostienen los ecosistemas y qué se pierde cuando un hábitat se simplifica.


La abeja melífera (Apis mellifera)

La abeja melífera, conocida también como “abeja europea” (figura 6 y 7), es quizá el insecto mejor estudiado del mundo y el rostro más visible de la apicultura. Forma colonias permanentes (colmenas) organizadas en tres castas:

  1. Reina. La única hembra fértil de la colmena; su función es poner miles de huevos a lo largo de su vida.

  2. Obreras. Hembras estériles que se reparten todas las labores: recolección de néctar y polen, producción de cera, alimentación de las larvas y defensa de la colmena.

  3. Zánganos. Machos cuyo papel principal es fecundar a una nueva reina durante el vuelo nupcial.


Un dato que pasa inadvertido es su origen. Apis mellifera no es una abeja nativa de América: procede de África, Europa y parte de Asia. Fue introducida por los españoles a comienzos del siglo XVI, atraídos por dos productos clave: la cera, imprescindible entonces para velas y sellos, y por supuesto, la miel. Desde entonces su domesticación y transporte por apicultores la han llevado a casi todos los climas del planeta.


Gracias a su fisiología eficiente para la recolección de néctar y a la posibilidad de manejar colmenas móviles, la abeja melífera se ha convertido en la espina dorsal de la polinización comercial global. Sin embargo, esa misma expansión puede generar competencia con las abejas nativas y propagar enfermedades y parásitos, aunque ese tema lo abordaremos más adelante.


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Figura 6. Abeja melífera común o abeja europea Apis mellifera (posiblemente Apis mellifera ligustica) sobre una flor de Cosmos caudatus, una flor bastante común en parques y jardines, perteneciente a la Familia Asteraceae. Cali, Colombia, 2025.



Como datos curiosos, y para dimensionar su eficiencia, una colonia bien manejada produce en promedio 25 kg de miel cada año. Para obtener solo un kilogramo, las obreras deben visitar cerca de 2,7 millones de flores y recorrer unos 80 000 km en vuelos de forrajeo, lo que es el equivalente a dar dos veces la vuelta al planeta. Aun así, la aportación individual es diminuta: cada abeja obrera genera a lo largo de su vida apenas una doceava parte de una cucharadita de miel.



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Figura 7. Abeja melífera o abeja europea Apis mellifera, (posiblemente Apis mellifera carnica) sobre una flor de margarita Bellis perennis. Delaware, Estados Unidos, noviembre de 2022.




ABEJAS NATIVAS: PANORAMA Y PARTICULARIDADES:


De la abeja melífera a las “africanizadas”

Como vimos, Apis mellifera no es originaria de América. Aun así, se adaptó con éxito a las zonas templadas del continente tras su introducción por los españoles en el siglo XVI. El segundo gran episodio llegó en la década de 1950, cuando investigadores brasileños importaron reinas de la subespecie africana Apis mellifera scutellata, para aumentar la producción de miel en climas tropicales. Algunas colonias escaparon de los apiarios y se cruzaron naturalmente con las abejas europeas ya establecidas: así nacieron las abejas “africanizadas”, célebres por su vigor y carácter agresivo para defender su colmena. Su expansión fue vertiginosa ya que en treinta años alcanzaron Centroamérica, México y para 1985 ya estaban en los desiertos de Nevada, Texas y California.


Esta oleada despertó nuevos temores sobre el desplazamiento de abejas nativas. Sin embargo, la evidencia reciente matiza el escenario, ya que en la mayoría de los ecosistemas las abejas melíferas, sean europeas o africanizadas, coexisten con las nativas y en algunos casos complementan el trabajo de las polinizadores locales, aunque los riesgos de competencia y transmisión de patógenos siguen siendo motivo de estudio.


Abejas nativas: diversidad sorprendente con nuevos estudios. Colombia figura entre los países megadiversos en abejas. Estimaciones realizadas por la especialista en abejas, Giomar Nates Parra, de la Universidad Nacional de Colombia, editora del libro Iniciativa Colombiana De Polinizadores: Abejas y una de las primeras personas en interesarse por el estudio de las abejas nativas, habla de 1500 especies nativas, de las cuales solo unas 600 tienen nombre científico y una fracción aún menor cuenta con estudios detallados de biología o distribución.


Curiosamente y contrario a lo que se puede pensar, los conteos de campo muestran que la mayor riqueza de especies (y abundancia de individuos) se concentra en las latitudes templadas, como las praderas norteamericanas, Europa, Australia, mientras que los grandes bosques húmedos del trópico albergan un menor número de especies con menores densidades. Pero la explicación más aceptada es bastante sencilla: los claros y sabanas templadas ofrecen explosiones de flores accesibles, mientras que en la selva la escasez de luz hace que las plantas con flores sean menos comunes y estén dispersas en el dosel.


Meliponas: las abejas sin aguijón de nuestros bosques. Entre las joyas de la fauna local destacan las “abejas angelitas” y demás meliponas (figura 8), un grupo de abejas sociales sin aguijón y que también construye colmenas permanentes. Siglos antes de la apicultura europea, los pueblos indígenas ya extraían su miel, como lo atestigua la carta del conquistador Pedro de Espinosa a la reina Isabel la Católica (1529), donde elogia la “muy excelente miel” de abejas “pequeñas y prietas”.  


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Hoy se reconocen unas 120 especies de abejas sin aguijón en Colombia, desde el nivel del mar hasta los 3 400 msnm (algunos ejemplos en las figuras 8 a 11). Sus colonias son más pequeñas que las de la abeja melífera y producen menos miel, pero su demanda ha crecido de forma notable: la gente valora su sabor suavemente ácido y las propiedades medicinales que se le atribuyen. Por ello, la cría de estas meliponas en cajas rústicas se ha expandido como alternativa sostenible a la apicultura tradicional, aportando ingresos locales sin necesidad de trasladar colmenas ni utilizar equipos complejos.


Ese interés se refuerza con hallazgos recientes. En 2024 se reportaron nueve especies nuevas para el departamento del Huila, dentro del corredor Andino-Amazónico: Nannotrigona tristella, Geotrigona subgrisea (que anida en el suelo), Scaptotrigona magdalenae, Frieseomelitta paupera (con nidos en forma de racimo) y Trigona fuscipennis, entre otras. Con excepción de estas dos últimas, las especies descubiertas muestran buen potencial para la producción artesanal de miel, es decir, a pequeña escala y con métodos tradicionales, lo que amplía la oferta de polinizadores manejables y fortalece la meliponicultura regional.


Para el Valle del Cauca en nuevos trabajos realizados por la CVC y la Pontificia Universidad Javeriana se han documentado seis nuevos registros de abejas meliponinas. Entre estas abejas se identificaron siete especies que no habían sido reportadas antes en el departamento, pertenecientes a los géneros Partamona, Scaptotrigona, Trigona y Trigonisca. Con este hallazgo, el número total de especies de meliponinas registradas en el Valle del Cauca aumentó de 64 a 71. De todas las especies encontradas, las más cultivadas localmente por su importancia y facilidad de manejo son Tetragonisca angustula (figura 9), Scaptotrigona ederi, Melipona eburnea y Nannotrigona pilosa.


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Figura 8. Abeja Melipona del género Scaptotrigona, fotografiada alimentándose de flores del género Geranium. Se observan sus patas colectoras llenas del polen de esta planta. Cali, 2021.



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Figura 9. Abeja angelita Tetragonisca angustula alimentándose de flores de Cuphea racemosa. Cali, 2025.



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Figura 10. Abeja Nannotrigona occidentalis recolectando polen en una flor de girasol Helianthus annuus. Cali, 2021.



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Figura 11. Abeja Nannotrigona mellaria recolectando polen en una flor de girasol Helianthus annuus. Cali, 2021.



MÁS ALLÁ DE LAS COLMENAS


Las abejas solitarias, que representan cerca del 75 % de la diversidad colombiana, incluyen grupos tan variados como las carpinteras (Xylocopa), cortadoras de hojas (Megachile), mineras (Andrena) y las célebres “abejas de las orquídeas” (Euglossa, Eulaema, Exaerete). Cada una desempeña un papel específico, y a menudo irremplazable, en la polinización de cultivos y plantas silvestres. Comprender su biología y responder a amenazas como la deforestación, el uso excesivo de agroquímicos y el cambio climático resulta crucial para salvaguardar tanto la biodiversidad como la seguridad alimentaria del país.


En ese contexto, un proyecto desarrollado en el corredor de transición Andino-Amazónico del Huila identificó recientemente nuevas especies de solitarias, entre ellas Centris quadrimaculata y Paratetrapedia calcarata, con el objetivo de generar conocimiento sobre cómo estas abejas, muchas de ellas sin aguijón, contribuyen a la polinización en paisajes cafeteros. Estos hallazgos subrayan la importancia ecológica de las abejas solitarias y la necesidad de integrar su conservación en los sistemas productivos de la región.

Abejas de las orquídeas (tribu Euglossini).


Otro grupo que está siendo estudiado en los últimos 10 años son las abejas de las orquídeas. Colombia alberga la mayor diversidad conocida de estas abejas, con 134 especies registradas (2016); el género Euglossa aporta 74. Pertenecen a la familia Apidae y, junto con los abejorros, abejas melíferas y meliponinos, forman el grupo de “abejas corbiculadas”, caracterizado por la cesta de polen en sus patas traseras (figura 12).


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Figura 12. Abeja verde metálica del género Euglossa entrando a una flor hembra de la orquídea Catasetum ochraceum. Cali, 2023.


Lo más llamativo de las euglosinas es su relación íntima con las flores de orquídeas tropicales: polinizan unas 700 especies, alrededor del 3 % de todas las orquídeas, en géneros tan especializados como Catasetum, Stanhopea y Gongora. Los machos poseen cepillos en las patas delanteras y cavidades esponjosas en las traseras donde almacenan fragancias que recolectan de las flores de estas orquídeas y que luego usan en el cortejo. A cambio de esto, estas abejas prestan un servicio de polinización que involucra adaptaciones en la forma y funcionalidad de las flores de estas orquídeas, como, por ejemplo, tener una estructura especializada llamada polinario, que se adhiere a la abeja para trasportar el polen de una flor a otra (figura 13).


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Figura 13. Abeja verde metálica del género Euglossa con un polinario de una flor macho de Catasetum ochraceum adherido a su espalda. Cali, 2022.


Aun así, estas abejas, al igual que sus primas sociales, también se alimentan de néctar de otras plantas (p. ej., Anthurium y verbenas), y son capaces de recorrer más de 20 km en un solo día, lo que las convierte en polinizadores de amplio rango (figura 14).


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Figura 14. Abeja Euglossa deceptrix visitando flores de Verbena o Stachytarpheta cayennensis. A pesar de ser polinizadoras de orquídeas, para su alimentación recurren a otro tipo de flores. Cali, 2021.



Dentro del grupo de abejas de las orquídeas tenemos otros dos géneros Se trata de los géneros Eulaema y Exaerete. El género Eulaema (figura 15 y 16). En Colombia se han confirmado al menos 18 especies de este género y el número sigue creciendo: la más reciente, Eulaema chocoana, fue descrita en 2024 en los bosques del Pacífico, lo que eleva de los 13 registros históricos a una cifra cercana a 30 presuntas para el país. Son abejas solitarias y robustas; las hembras excavan nidos con resina y aserrín en troncos huecos o bambú, mientras que los machos construyen “plataformas de exhibición” donde liberan fragancias colectadas de orquídeas para atraer pareja. Gracias a su cuerpo grande que puede medir hasta 2,5 cm, visitan flores profundas y son polinizadoras clave de cultivos como vainilla y maracuyá, recorriendo distancias que superan los 10 km en un solo día.


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Figura 15. Abeja solitaria Eulaema cingulata libando en una flor de Verbena o Stachytarpheta cayennensis. Cali, 2017.



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Figura 16. Abeja solitaria Eulaema polychroma libando en una flor de Verbena o Stachytarpheta cayennensis. Cali, 2021.


Por otra parte, las abejas del género Exaerete cuentan con cuatro especies confirmadas, E. frontalis, E. smaragdina (Figura 17), E. dentata y E. trochanterica, y los estudios de ADN sugieren que podría haber más formas crípticas en el territorio. Estas abejas metálicas no construyen sus propios nidos: las hembras invaden las celdas de abejas del género Eulaema o Eufriesea, eliminan el huevo de la dueña y ponen el suyo, de modo que sus larvas se crían con el alimento ya almacenado. Los machos también recolectan fragancias para marcar territorios de cortejo en lo alto del dosel, y su presencia suele indicar bosques maduros bien conservados, pues dependen de poblaciones sanas de sus hospedadoras.


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Figura 17. Abeja cleptoparásita Exaerete smaragdina visitando flores de Renealmia cernua, una planta de la familia Zingiberaceae. Cali, 2022.



Otro grupo interesante son las abejas carpinteras del género Xylocopa. A menudo se confunden con los abejorros del género Bombus (figura 18), pero se distinguen fácilmente por su abdomen lustroso y casi sin vellosidad (figura 19). En el mundo se reconocen unas 500 especies agrupadas en 31 subgéneros. En Colombia se han registrado al menos 42 especies distribuidas en seis subgéneros; solo el subgénero Schonnherria aporta 13 especies, incluidas dos descritas recientemente por Villamizar, Fernández y Vivallo (2020).


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Figura 18. Abejorro Bombus impatiens sobre una flor de margarita común Bellis perennis. Delaware, Estados Unidos, 2022.




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Figura 19. Abeja carpintera Xylocopa sp alimentándose sobre flores Verbena o Stachytarpheta cayennensis, una planta ampliamente difundida como ornamental para jardines y parques.



Estas abejas, robustas y de gran tamaño (hembras de hasta 2 cm), son polinizadoras clave de flores grandes y profundas.


En el maracuyá (Passiflora edulis), su fuerza permite rebatir la corona floral y depositar el polen en el estigma, lo que puede incrementar el cuajado de frutos hasta en 70 % según ensayos de campo. Además, algunas especies visitan cultivos como haba, chocho y ciertas cucurbitáceas, aportando un valioso servicio de polinización agrícola.


Las carpinteras excavan sus nidos en madera muerta, bambú o vigas secas. Este hábito facilita su manejo en sistemas agroforestales: trozos de bambú colocados como “nidos trampa” han sido efectivos en fincas de maracuyá del Huila y el Valle del Cauca, fomentando su presencia y el rendimiento de los cultivos.



OTROS GÉNEROS DE ABEJAS NATIVAS.


Genero Pseudaugochlora (Bequaert, 1918): Estas abejas de la familia Halictidae, tribu Augochlorini son las clásicas abejas esmeralda. Son pequeñas, menos de 1 cm, metálicas y muy activas en jardines, bordes de camino y huertas urbanas y andinas. En Colombia el género está confirmado en catálogos neotropicales y aparece con frecuencia en observaciones locales, por ejemplo, Pseudaugochlora graminea en el Valle del Cauca (figura 20), lo que sugiere que es común. Estas abejas son polinizadoras por zumbido: vibran las anteras de flores con poros (como tomate y otras Solanum), algo que Apis mellifera no puede hacer, y con ello mejoran cuaje, peso y número de semillas del fruto. En términos prácticos, si hay plantas del género Solanum florecido, seguramente estarán trabajando persistentemente.


En su historia natural, Pseudaugochlora graminea es solitaria y anida en el suelo, con hembras que excavan galerías simples y aprovisionan celdas con néctar y polen; análisis recientes de cargas polínicas muestran que puede actuar como generalista, pero con preferencias, lo cual encaja con su presencia en mosaicos urbano-rurales. En campo, a veces se sienten atraídas por la sal del sudor (de ahí lo de “abejas del sudor”). Para favorecerlas en huertas y jardines, bastan franjas con Solanaceae y otras flores pequeñas, reducir insecticidas y conservar parches de suelo expuesto donde puedan nidificar.


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Figura 20. Abeja esmeralda Pseudaugochlora graminea recolectando polen de una flor de tomatillo silvestre Solanum lycopersicum. Estas abejas realizan la “Polinización por Zumbido”, algo que no pueden hacer las abejas melíferas.



Genero Megachile (Latreille, 1802): Estas abejas de la familia Megachilidae, conocidas como cortadoras de hojas, se reconocen por el trabajo de las hembras: recortan medialunas y discos casi perfectos de hojas, y a veces pétalos, para forrar y separar las celdas del nido. A diferencia de muchas abejas que llevan el polen en las patas, las Megachile lo transportan en una escopa ventral (un “cepillo” de pelos en la parte inferior del abdomen), un rasgo clave para identificarlas en campo. Suelen anidar en cavidades preexistentes: tallos huecos, grietas de madera, bordes de tejas o perforaciones en madera blanda; allí ensamblan celdas “a modo de dedal” con los recortes vegetales y sellan la entrada con un tapón de hojas. En los Andes y valles interandinos de Colombia, incluidas áreas urbanas, ocupan con facilidad hoteles de abejas, lo que las hace excelentes embajadoras para educación ambiental.


En ecología de polinización, muchas especies realizan polinización por zumbido en flores con anteras poricidas, como varias Solanaceae como Solanum (figura 21), así como otras herbáceas de borde de camino. Esa vibración controlada, inviable para otras abejas como Apis mellifera, libera el polen con eficiencia y mejora el cuaje de frutos. En paisajes agrícolas y periurbanos colombianos, las Megachile visitan tanto vegetación nativa como huertas y setos vivos; por eso, favorecer franjas florales y dejar tallos huecos o madera blanda disponible, junto con el uso mínimo de insecticidas, incrementa su presencia y, con ella, la polinización de cultivos y flora silvestre. (figura 21).


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Figura 21. Abeja del género Megachile, antes de posarse en una flor de tomatillo silvestre Solanum lycopersicum. Estas abejas también hacen la “Polinización por Zumbido”.



Género Thygater (Holmberg, 1884): Pertenecientes a la familia Apidae, tribu Eucerini, estas abejas son comúnmente conocidas como "abejas de antenas largas" (long-horned bees) debido a las antenas notablemente largas y recurvadas de los machos. Estas pueden ser tan largas o más largas que su propio cuerpo. Esta es una característica diagnóstica para el género. Las hembras en cambio tienen antenas de longitud más típica. Al igual que Pseudaugochlora y Megachile, las abejas Thygater son solitarias. Cada hembra construye y provisiona su propio nido, que generalmente es en el suelo.


Son polinizadoras muy efectivas, y aunque suelen ser bastante generalistas, es decir, visitan una gran cantidad de especies diferentes de plantas, muestran preferencia por las familias Asteraceae y Fabaceae. En altitudes intermedias visitan también Verbenaceae y ciertas orquídeas terrestres, actuando como polinizadoras de sotobosque y bordes de cultivo. Pueden encontrarse en una variedad de hábitats, desde áreas rurales hasta jardines urbanos, siempre que haya vegetación con flores y sitios de nidificación adecuados (figura 22).


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Figura 22. Abeja de antenas largas Thygater aethiops libando en una flor de Verbena o Stachytarpheta cayennensis. Esta especie de abeja es muy común en ambientes urbanos.



Género Centris (Fabricius, 1804): Otro género bien representado en Colombia. Las Centris son abejas robustas y de vuelo ruidoso que pertenecen a la tribu Centridini, conocidas como “abejas colectoras de aceites”. Actualmente se reconocen unas 250 especies desde el sur de EE. UU. hasta el norte de Argentina. De estas, Colombia alberga más de 40 especies confirmadas, siendo un número que sigue en ascenso gracias a descripciones recientes, como Centris ceratops (Sucre) o dos especies del subgénero Aphemisia publicadas en 2016.


Las hembras anidan de forma solitaria en suelos arenosos, taludes o troncos blandos y forran las celdas con aceites vegetales mezclados con polen, una emulsión nutritiva, impermeable y antibacteriana. Para obtener el aceite suelen visitar flores de las familias Malpighiaceae, Orchidaceae y algunas especies de Verbenaceae (figura 23), actuando como polinizadoras especializadas. Los machos suelen establecer “perchas” o territorios de cortejo en ramas expuestas, donde liberan feromonas y patrullan activamente.


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Figura 23. Abeja Centris varia libando una flor de Stachytarpheta cayennensis. Cali, 2023.



Género Melissodes (Latreille, 1829): este es otro grupo interesante y poco conocido de abejas solitarias. Las abejas del género Melissodes (figuras 24 y 25) pertenece a la familia Apidae, subfamilia Apinae, tribu Eucerini, y son conocidas popularmente como “abejas de antenas largas”. A escala mundial se han descrito al menos 140 especies agrupadas en ocho subgéneros. En Colombia son abejas nativas y solitarias, frecuentes en bordes de bosque, praderas y espacios abiertos.


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Figura 24. Abeja del género Melissodes descansando sobre las hojas secas de una planta de la familia Asteraceae.



Para reconocerlas en campo, donde los machos de Melissodes se pueden confundir con los del género Thygater, ya que ambos presentan antenas largas, existe un rasgo distintivo clave para diferenciarlos. En Melissodes el abdomen presenta un patrón “rayado” formado por bandas de vellos más claros que contrastan con el resto del cuerpo. Este patrón de bandas es único en los machos de Melissodes y no está presente en los machos del género Thygater. En el caso de las hembras de Melissodes, otro aspecto fundamental para su identificación es la escopa muy densa localizada en las patas traseras. Al regresar a sus nidos, las hembras suelen llevar grandes cargas de polen adheridas a estas escopas, lo que visualmente se asemeja a “pompones”. Este comportamiento facilita su reconocimiento durante la recolección y el transporte de polen hacia el nido.


El género Melissodes se distribuye ampliamente desde Canadá hasta Argentina y está presente en varias regiones de Colombia, principalmente en la región Andina y el Caribe. Registros de colecciones y estudios documentan su presencia en municipios de Antioquia y en ambientes secos del Caribe y valles interandinos, como el desierto de la Tatacoa, sugiriendo conectividad entre bosques secos tropicales del Magdalena medio y el valle del Cauca. Aunque no existe una revisión exhaustiva reciente para Colombia, algunos reportes indican su presencia en Bolívar, Magdalena, Cundinamarca, Boyacá, Cauca, Nariño y posiblemente Norte de Santander. No ha sido registrada en páramos, lo que señala preferencia por climas templados a cálidos en zonas bajas y medias. Es frecuente en áreas agrícolas bajas del norte, ocupando hábitats abiertos, sabanas, matorrales y paisajes agropecuarios, siendo rara en bosques húmedos densos y zonas frías de gran altitud.



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Figura 25. Varios machos del género Melissodes se perchan en unas hojas secas de una planta de la familia Asteraceae, a la espera de que el clima mejore para empezar a forrajear.


Las Melissodes son abejas solitarias y polinizadoras, cada hembra construye su propio nido subterráneo, y aunque no forman colonias, suelen agruparse donde el suelo es adecuado. Depositan néctar, polen y un huevo en cada celda, sellándola antes de iniciar otra. Los machos descansan al aire libre sujetos a tallos, y muestran una conducta comunal de reposo.


En cuanto a su alimentación, varias especies se especializan en Asteráceas, Cucurbitáceas u Onagráceas, aunque existen generalistas como M. bimaculatus. Para Colombia, Melissodes visita flores silvestres y cultivos, y especies afines podrían ser relevantes para la polinización agrícola. Como muchas otras abejas solitarias, son vulnerables a abejas cleptoparásitas así como a las perturbaciones del sustrato, y su actividad depende de la floración estacional; pueden permanecer inactivas en el suelo durante periodos desfavorables.


Género Epicharis (Klug, 1807): Estas abejas pertenecen a un linaje neotropical emparentado con Centris, son reconocibles por su porte robusto y, en muchas especies, abdomen castaño-rojizo con franjas claras (figura 26). Un detalle muy útil en campo son los “mechones-látigo” de pelos detrás de los ojos que apuntan hacia atrás (figura 25); cuando la luz lateral los resalta, delatan al género de inmediato. Como todas las centridinas, las hembras no solo cargan polen: también raspan aceites florales, especialmente de Malpighiaceae, y usan resinas (por ejemplo, de Clusia) para sellar y reforzar sus celdas. No forman colmenas: cada hembra vive por su cuenta, aunque muestran clara tendencia a agregarse cuando el sustrato es favorable.


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Figura 26. Abeja Epicharis rustica recolectando polen en una flor de una planta del género Angelonia, Cuenca del río Meléndez, Cali 2021.


Son excavadoras de suelo. Prefieren arenas bien drenadas y superficies amplias, donde marcan la entrada con un pequeño túmulo de tierra. Desde allí desciende un túnel principal que puede alcanzar entre 40 y 140 cm de profundidad; en el extremo abren cortas ramificaciones y acondicionan una o dos celdas por nido. En climas templados el ciclo de vida tiene una sola generación por año (univoltino). Los adultos vuelan pocas semanas (en torno a dos meses de actividad anual), el desarrollo de huevo a prepupa toma menos de 60 días, y la larva pasa el resto del año en diapausa esperando las condiciones ideales para terminar su desarrollo.  Las hembras duermen dentro del nido; a lo largo de la semana de trabajo priorizan la recolección de aceites y concentran el polen hacia el tercer o cuarto día, cuando sellan y cierran la celda.


En Colombia, Epicharis está bien representada pero poco documentada. Hay registros confiables en zonas bajas y medias del Caribe, Orinoquía, Amazonia y valles interandinos; en el suroccidente es probable encontrar especies como Epicharis rustica, o E. metatarsalis. A diferencia de las especies de zonas templadas con inviernos marcados, en Colombia algunas poblaciones podrían tener más de una generación al año si la oferta floral se mantiene. Por eso es conviene promover el uso de cercas vivas y jardines con plantas (familia Malpighiaceae) y proteger parches de suelo desnudo bien drenado.


Género Colletes (Latreille, 1802). Las abejas de este género (familia Colletidae), también están presentes en Colombia, aunque siguen siendo poco estudiadas. Se han registrado en la región Andina, incluida Bogotá (2.850 m), y en Antioquia (Rionegro, El Carmen de Viboral), con material depositado en colecciones como el MEFLG de la U. Nacional-Medellín y reportes en inventarios urbanos y guías regionales. En la Sabana de Bogotá, por ejemplo, colonizaron módulos de nido artificial en el Jardín Botánico; allí las hembras de Colletes sp. fueron las que más nidos ocuparon y mostraron tendencia a ser oligolectas (uso de polen de pocas plantas). La literatura altoandina ya señalaba al menos cuatro especies en los Andes colombianos (sin nombre asignado), lo que evidencia el vacío taxonómico en el país.


Colletes destaca por anidar en el suelo y forrar herméticamente cada celda con una película similar al celofán, una secreción poliéster de la glándula de Dufour, que impermeabiliza el alimento semilíquido para la cría; este rasgo es característico de toda la familia Colletidae. En Colombia se las ha documentado tanto en ambientes urbanos (Bogotá) como en zonas agrícolas y matorrales abiertos, y en estudios recientes figuran entre los visitantes de cultivos como aguacate. A grandes rasgos, el panorama nacional sugiere un género poco muestreado, aunque es frecuente en zonas templadas y frías andinas, con presencia confirmada en colecciones y campo, lo que sugiere un amplio margen para trabajos de investigación y revisión (figura 27).


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Figura 27. Abeja del género Colletes, recolectando polen en una flor de Margaritas del genero Melampodium. Cuenca del río Meléndez, Cali, 2021.



Género Lasioglossum (Curtis, 1833). Conocidas como las “abejas del sudor” es uno de los géneros de abejas más grandes del mundo y un clásico de ambientes abiertos y urbanos: la mayoría son pequeñas, de tonos metálicos discretos, anidan en el suelo y muestran un espectro social muy amplio, desde solitarias y comunales hasta formas primitivamente eusociales. Esa plasticidad, bien documentada en el grupo, las vuelve excelentes modelos para entender la evolución de la socialidad. Son polinizadoras constantes de plantas con flores pequeñas y ruderales en bordes de camino, jardines y cultivos.

En Colombia ya hay referencias sólidas. Desde la Sabana de Bogotá se describió Lasioglossum (Dialictus) urbanus, hoy reconocido como Lasioglossum santafensis, a partir de material colectado en plena ciudad, un buen ejemplo de su afinidad por paisajes humanizados andinos. Además, el Catálogo de Moure compila registros colombianos de varias especies del subgénero Dialictus (como por ejemplo Lasioglossum breedi), lo que sugiere que el género está presente en distintos pisos térmicos de los Andes y valles interandinos, con probables extensiones hacia zonas secas y agroecosistemas donde estas abejas de suelo suelen prosperar (figura 28).


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Figura 28. Abeja del genero Lasioglossum recolectando polen en una flor de margarita del género Melampodium. Cuenca del río Meléndez, Cali, 2021.



INVESTIGACIÓN Y PUBLICACIONES RECIENTES (2020‑2025)

La investigación sobre las abejas en Colombia ha mantenido un ritmo sostenido entre 2020 y 2025. Un análisis bibliográfico publicado en 2020 identificó 277 estudios, con la Universidad Nacional de Colombia a la cabeza. Desde entonces, la producción científica se ha diversificado: los nuevos trabajos abarcan temas de diversidad, distribución, ecología, comportamiento, servicios de polinización y estado de conservación de las abejas nativas, tanto sociales como solitarias. Los resultados aparecen en artículos científicos arbitrados, informes técnicos e institucionales, guías prácticas y memorias de eventos académicos.


Universidades como la Nacional, la Javeriana, la Universidad del Quindío, la Universidad del Rosario y la Universidad de Medellín, junto con centros de investigación como el Instituto Humboldt, AGROSAVIA y el Instituto SINCHI, lideran estos esfuerzos y fomentan colaboraciones internacionales. Sin embargo, persiste un sesgo de atención hacia las abejas sin aguijón, especialmente los meliponinos, muy seguramente por ser una alternativa a la apicultura tradicional, mientras que las abejas solitarias, que constituyen la mayoría de las especies del país, siguen subrepresentadas. Esta brecha subraya la necesidad de dirigir nuevos proyectos hacia estos grupos para completar nuestro conocimiento de la apifauna colombiana.


AVANCES Y POLÍTICAS RECIENTES (2025)

En mayo de 2025, la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria (UPRA) publicó el primer mapa nacional de aptitud apícola, identificando 32,6 millones de hectáreas con potencial para la producción comercial de la abeja melífera, de las cuales 13,6 millones presentan aptitud alta; los departamentos de Meta, Vichada, Antioquia, Santander y Huila concentran las áreas más favorables.


Por su parte, el departamento del Tolima suscribió en abril de 2025 un Acuerdo de Competitividad Apícola 2025‑2035 que busca convertir la región en un modelo de apicultura sostenible e innovadora mediante financiación, investigación aplicada y capacitación a pequeños apicultores.


A comienzos de 2025, el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) amplió su Programa de Protección Sanitaria Apícola para incluir protocolos de vigilancia del ácaro Leptus alberti y capacitaciones sobre prácticas de bajo uso de pesticidas, reforzando la bioseguridad de los apiarios.


En marzo de 2025, la Fundación Milenaria y el IIAP lanzaron una plataforma de meliponicultura comunitaria que ya involucra a más de 120 familias rurales del Pacífico, brindándoles insumos y formación para el manejo sostenible de abejas sin aguijón y la comercialización de mieles diferenciadas.


Estas iniciativas refuerzan la tendencia nacional hacia una apicultura más sostenible y diversificada, mejoran la seguridad alimentaria rural y contribuyen a la conservación de los polinizadores.


ESTADO DE CONSERVACIÓN Y AMENAZAS

La Lista Roja de Especies Amenazadas de Colombia, actualizada en 2024, incluye 34 especies de insectos bajo alguna categoría de amenaza. Aunque no se especifica claramente si entre estas se encuentran abejas nativas, algunos reportes indican que ciertas especies de abejas sin aguijón sí podrían estar en riesgo de extinción. Por otro lado, la Lista Roja de la UICN, una referencia global para evaluar el estado de conservación de las especies ha cobrado relevancia reciente tras un evento realizado en Cali (2024), orientado a fortalecer su alcance e impacto.


Las abejas nativas en Colombia enfrentan múltiples amenazas relacionadas principalmente con actividades humanas, las cuales a menudo interactúan y agravan su situación:

  • Pérdida y fragmentación del hábitat: La expansión agrícola y ganadera, junto con la deforestación y la tala indiscriminada de bosques, reducen drásticamente los recursos esenciales como flores y sitios adecuados para anidar, poniendo en riesgo la supervivencia de muchas especies.

  • Uso de pesticidas y agroquímicos: La aplicación excesiva de estos productos afecta directamente a las abejas, causándoles daños letales o subletales, afectando su capacidad reproductiva, orientación y salud general, además de contaminar sus sitios de anidamiento.

  • Competencia con especies exóticas: La introducción y expansión de la abeja melífera Apis mellifera genera competencia directa por los recursos florales, y puede facilitar la propagación de enfermedades y parásitos hacia las abejas nativas.

  • Cambio climático: Eventos extremos como sequías, inundaciones y cambios en los patrones de floración afectan la disponibilidad de alimentos y agua, poniendo en riesgo la salud y estabilidad de las colonias de abejas.

  • Otras amenazas: También se incluyen la contaminación por metales pesados, perturbaciones naturales y la extracción no sostenible de nidos silvestres de abejas sin aguijón para meliponicultura, cuando no se aplican prácticas de manejo responsables.


Frente a estos desafíos, diversas iniciativas de conservación se están desarrollando en Colombia. Destaca la Iniciativa Colombiana de Polinizadores (ICP), liderada por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, la CAR y el Instituto Humboldt, cuyo objetivo principal es proteger y gestionar adecuadamente el servicio de polinización, especialmente en lo relacionado con las abejas. Además, se adelantan proyectos para restaurar hábitats en varias regiones del país y estrategias innovadoras como la instalación de "hoteles" o refugios para abejas solitarias en áreas rurales y urbanas, con el fin de proporcionar sitios de anidamiento y sensibilizar al público.


También se han fortalecido los proyectos de conservación de abejas meliponinas, involucrando directamente a comunidades locales y pueblos indígenas, valorando así su conocimiento tradicional y contribución a la conservación. Paralelamente, la investigación científica se enfoca en mitigar los impactos negativos de los pesticidas sobre estos insectos esenciales. Todo esto se complementa con la promoción de políticas públicas orientadas a proteger a los polinizadores y fomentar prácticas sostenibles en apicultura y meliponicultura.


Aunque las abejas nativas en Colombia enfrentan un panorama complejo de amenazas interconectadas, especialmente debido a la pérdida de hábitat y uso de agroquímicos, la creciente implementación de iniciativas de conservación, investigación científica y políticas públicas muestra un importante avance en el reconocimiento de la necesidad urgente de proteger a estos valiosos polinizadores.


REFLEXIÓN FINAL: MÁS ALLÁ DE LA MIEL

Reconocer la importancia de las abejas va mucho más allá de valorar la producción de miel; implica comprender que nuestra seguridad alimentaria y la salud de los ecosistemas están profundamente ligadas tanto a las meliponas como a las abejas solitarias, especies que a menudo pasan desapercibidas. En la última década, Colombia ha registrado avances significativos en el conocimiento y conservación de estos polinizadores, tales como la documentación de nuevas especies, la formulación de políticas y el desarrollo de la meliponicultura sostenible.


A pesar de estos logros, persisten vacíos importantes. La falta de inventarios detallados y el insuficiente monitoreo dificultan el seguimiento de la diversidad y el estado de las abejas, especialmente de grupos poco atendidos como Melissodes. Es fundamental avanzar en estudios específicos para comprender mejor las necesidades y amenazas que enfrentan estos polinizadores.


PRÓXIMOS PASOS PARA LA PROTECCIÓN DE LAS ABEJAS

  • Complementar la apicultura con iniciativas de restauración de hábitats, enfocándose especialmente en ecosistemas como el bosque seco y los bordes de arvenses (antes llamadas malezas) en tierras de cultivo.

  • Reducir el uso de agroquímicos que afectan negativamente a las abejas y su entorno.

  • Fortalecer las colecciones biológicas, abrir datos al público y promover la ciencia ciudadana para sumar observaciones verificables y construir conocimiento colectivo.


COMPROMISO INDIVIDUAL Y PÚBLICO

Cada jardín, cada finca y cada decisión pública tienen un impacto directo en la conservación de las abejas. Proteger a estos polinizadores es, en última instancia, proteger nuestro propio bienestar. Si cuidamos a las abejas, nos cuidamos a nosotros mismos.



GLOSARIO

A continuación, encontraran la definición de algunos de los términos técnicos utilizados en el artículo.


  • Antera: parte de la flor donde se produce y almacena el polen.

  • Estigma: zona receptiva de la flor donde se deposita el polen para que ocurra la fecundación.

  • Polinización: traslado de polen desde antera hasta estigma de una flor de la misma especie; permite formar frutos y semillas.

  • Polinizador: ser vivo que realiza ese traslado (abejas, aves, murciélagos, etc.).

  • Colmena/colonia: conjunto organizado de abejas que conviven y cooperan (típico en Apis y meliponinos).

  • Reina / obrera / zángano: casta fértil (reina), hembras estériles que trabajan (obreras) y machos cuya función principal es fecundar (zánganos).

  • Meliponinos (abejas sin aguijón): abejas sociales tropicales que forman colonias y producen miel; clave en culturas indígenas.

  • Euglosinas: “abejas de las orquídeas”; machos recolectan fragancias y muchas especies polinizan orquídeas.

  • Corbícula: “canastilla” de las patas traseras donde las abejas cargan polen.

  • Escopa: cepillo de pelos (en patas o abdomen) donde muchas abejas solitarias transportan polen.

  • Cleptoparásito: organismo que aprovecha nidos ajenos; pone sus huevos y su cría usa las provisiones del hospedador.

  • Oligolecta / generalista: abejas que recolectan polen de pocas familias de plantas (oligolecta) o de muchas (generalista).

  • Polinización por zumbido: técnica en que la abeja vibra los músculos de vuelo para liberar polen de anteras poricidas (p. ej., tomate).

  • Diapausa: “pausa” del desarrollo (pupa o larva) para esperar condiciones favorables.

  • Eusocial / comunal / solitaria: grados de vida social; desde división de castas (eusocial) hasta nidos compartidos sin división (comunal) o vida independiente (solitaria).

  • Euglossini / Eucerini / Centridini: tribus de abejas con rasgos y ecologías distintas (orquídeas; antenas largas; colectoras de aceites, respectivamente).

  • Tégula: escama en la base del ala anterior; útil en identificación.

  • Basitibia / placa basitibial: zona proximal de la tibia; en hembras de ciertos géneros presenta una placa diagnóstica.

  • Tergito: placa dorsal de un segmento abdominal.

  • Aceites florales: secreciones que algunas plantas ofrecen y que ciertas abejas recolectan para mezclar con polen en las celdas.

  • Bosque seco tropical (BST): ecosistema cálido con marcada estación seca; muy reducido en Colombia.

  • Apicultura / meliponicultura: manejo de Apis mellifera vs manejo de abejas sin aguijón.

  • Andino-Amazónico: franja de transición entre Andes y Amazonia, rica en biodiversidad.

 
 
 
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