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Gavilán o Paloma: mitos y realidades de dos de las rapaces que comparten nuestra ciudad.

  • Writer: Francisco Lopez
    Francisco Lopez
  • Oct 7
  • 15 min read

Updated: Nov 24


Un análisis de la Pigua (Daptrius chimachima) y del Gavilán Caminero (Rupornis magnirostris) en Cali.


Por: Francisco López-Machado. Biólogo, Divulgador y Fotógrafo de Naturaleza.



Resumen

Este artículo divulgativo profundiza en las dos especies de aves rapaces más comunes de Cali y del Valle del Cauca: el caracara chimachima (Daptrius chimachima, figura 1), conocido localmente como pigua, y el gavilán caminero (Rupornis magnirostris, figura 2). Revisamos sus hábitos de comportamiento, alimentación, distribución y abundancia en entornos urbanos y periurbanos, así como la inquietud ciudadana sobre una presunta “sobrepoblación” y su supuesto impacto sobre las columbiformes, en especial torcazas como Columbina talpacoti (figura 3) o Zenaida auriculata (figura 4).


Debemos aclarar, sin ambigüedades y en contraste con la información sin sustento científico que circula desde hace algunos años, que ambas especies son residentes nativas de la región. Su gran plasticidad ecológica se refleja en el estatus de Preocupación Menor (LC) otorgado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN): las poblaciones se mantienen estables o incluso presentan tendencia al alza. La pigua, en particular, ha demostrado una extraordinaria capacidad para prosperar en paisajes modificados, lo que incrementa su visibilidad en zonas urbanas. Esa presencia, sumada a la desinformación, alimenta la percepción pública de “plaga” y ha derivado en hechos lamentables, como el envenenamiento masivo registrado recientemente en el sur de Cali.


A pesar de las quejas sobre la depredación de aves pequeñas, incluidas palomas y torcazas, la evidencia científica disponible no confirma un efecto poblacional negativo atribuible a estas rapaces. Otros factores estrictamente antropogénicos, como son los gatos domésticos y ferales, la contaminación acústica, o la pérdida de hábitat, resultan, con toda probabilidad, mucho más determinantes en la dinámica de las poblaciones de aves urbanas de menor tamaño.


Cali y el Valle del Cauca cuentan, además, con una infraestructura institucional y académica robusta. Entidades como el DAGMA y la CVC, junto con universidades de trayectoria, como la Universidad del Valle, la Universidad ICESI, La Pontificia Universidad Javeriana y la Universidad Santiago de Cali, sostienen proyectos permanentes de investigación y conservación de avifauna. Persisten, sin embargo, vacíos de información: faltan estimaciones locales de densidad poblacional y evaluaciones cuantitativas del impacto real de estas rapaces sobre las columbiformes. Para cubrir tales vacíos se recomienda investigación focalizada, campañas de educación ambiental que fomenten la coexistencia, manejo adecuado del hábitat urbano y protocolos claros de resolución de conflictos.


Nota: En este articulo hemos dejado por fuera a la Paloma Común Columba livia, que, por tratarse de una especie exótica e invasora, traída por los conquistadores a territorio

americano, debe tratarse de manera diferente a las especies nativas.




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Figura 1. Daptrius chimachima o Pigua, posado sobre la reja de una casa en el sur de Cali.






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Figura 2. Rupornis magnirostris o Gavilán Caminero, posado sobre un Guayacán en el sur de Cali. Al fondo a la izquierda se observa un Pitangus sulphuratus vigilando al gavilán detenidamente.






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Figura 3. Columbina talpacoti torcaza o tortolita, una de las aves con mayor presencia en la ciudad de Cali.




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Figura 4. Zenaida auriculata o torcaza nagüiblanca, posada en una percha cerca del suelo. Es otra de las Columbiformes nativas con mayor presencia en la ciudad de Cali.



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Figura 5. Paloma común Columba livia, una de las especies de aves más ampliamente distribuida en el mundo, pero nativa del sur de Eurasia y el norte de África.



Las rapaces en Cali y el Valle del Cauca

El Valle del Cauca alberga 989 especies de aves, y Cali, nombrada como “la ciudad de las aves”, registra 562. Esta riqueza extraordinaria subraya la relevancia ecológica regional y la necesidad de comprender la dinámica de sus poblaciones, sobre todo la de los depredadores superiores, cuya función incluye el control de plagas (insectos y roedores) lo que contribuye al mantenimiento del equilibrio ecosistémico.


La urbanización creciente hace más compleja la interacción entre fauna silvestre y población humana. Algunas rapaces han demostrado gran capacidad de adaptación al mosaico urbano, utilizando parches verdes, parques bien arborizados, riberas y espacios abiertos para cazar o anidar. Entre las rapaces residentes permanentes destacan principalmente dos especies: Daptrius chimachima conocido localmente como Pigua, y el Rupornis magnirostris conocido como Gavilán Caminero. Aunque otras rapaces también pueden observarse, como algunas migratorias o de aparición esporádica, estas dos concentran la mayoría de los registros ciudadanos.


Su presencia confirma el éxito adaptativo de la vida silvestre frente a la transformación del paisaje. Ambas especies no solo subsisten, sino que explotan activamente los recursos urbanos: alimento abundante, estructuras para posarse y oportunidades de nidificación. Esa plasticidad, sin embargo, genera nuevas dinámicas con la comunidad humana, cuyas percepciones, positivas o negativas, terminan influyendo en la gestión ambiental. Comprender esos matices es clave para diseñar estrategias efectivas de conservación y convivencia en una ciudad que sigue expandiéndose.


Daptrius chimachima, Pigua, o Caracara chimachima.

Hábitos y rasgos generales. Conocida en buena parte de América Latina como chimachima, pigua, chiriguare o incluso “halcón garrapatero”, esta rapaz pertenece a la familia Falconidae. Machos y hembras lucen el mismo plumaje, amarillento-castaño en el cuerpo, alas castaño oscuro y una fina línea post-ocular negruzca, pero las hembras son algo más corpulentas (310-364 g frente a 277-335 g). Su longitud oscila entre 37 y 46 cm, y en vuelo destaca el contraste de primarias blancas moteadas de oscuro  (figura 6).


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Figura 6. Adulto de Daptrius chimachima posado sobre un samán en el campus de la Universidad del Valle, Cali.



La pigua es esencialmente arborícola, aunque suele posarse sobre postes, cercas, bordes de edificios o casas, avisos publicitarios o incluso sobre el lomo del ganado. Se la observa sola, en parejas o en pequeños grupos familiares. Vuela de forma boyante, alternando aleteos uniformes con planeos cortos, patrullando caminos o parques, riberas y potreros en busca de alimento. Sus cantos, un áspero craa-craa-craa, pueden oírse a gran distancia. Además, posee cierta habilidad para imitar otros cantos.

Construye un nido-plataforma en las ramas altas y pone hasta 2 huevos. La incubación dura 24–25 días y los polluelos dependen de sus padres durante, al menos, tres semanas tras dejar el nido. Aunque es sedentaria, puede realizar desplazamientos estacionales cuando escasea el alimento.


Dieta y estrategias de forrajeo

Rapaz omnívora y oportunista, la pigua muestra una flexibilidad alimentaria notable:

  • Carroña: funciona como “equipo de limpieza” del ecosistema.

  • Pequeños vertebrados: anfibios, peces, lagartijas e incluso otras aves.

  • Artrópodos: orugas, grillos, saltamontes, escarabajos.

  • Frutos: especialmente de palma de aceite; los juveniles recurren a ellos con frecuencia (figura 7).

  • Busca presas en estratos bajos y sobre el suelo; es habitual verla caminar por carreteras o playas fluviales revisando desperdicios y cadáveres recientes.


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Figura 7. Daptrius chimachima alimentándose de frutos de una palma, en la vía Panorama, norte del Calle del Cauca.



Distribución y abundancia

Su rango se extiende del sur de Costa Rica al norte de Argentina y Uruguay, con presencia casi continua al oriente de los Andes. En Colombia ocupa llanuras y valles interandinos; hacia el Pacífico se ha registrado en el alto río Dagua, el golfo de Urabá y la cuenca del Anchicayá. Habita desde el nivel del mar hasta 1 800 m s. n. m., con registros ocasionales cercanos a los 2 600 m.


En el Valle del Cauca es nativa y abundante. En Cali se la observa en el Parque Ambiental Corazón de Pance, el cerro de La Bandera, Cristo Rey, el parque lineal de El Ingenio y humedales urbanos como La Babilla y Las Garzas. La deforestación y la creación de paisajes abiertos parecen favorecer su expansión.


Dinámica poblacional y la idea de “sobrepoblación”

La UICN la clasifica como Preocupación Menor (LC) y su población global muestra una tendencia al alza. En Cali algunos vecinos afirman que hay “demasiadas” piguas, (confundiéndolas a veces con otros “gavilanes”) y que estas aves fueron introducidas para controlar plagas. Esto no es cierto: la pigua es un ave nativa y su presencia urbana responde a su propia adaptabilidad, y no a liberaciones hechas por el hombre con algún propósito en particular.


Un estudio en Sincelejo (Sucre) calculó apenas 4,9 individuos/km² en zona urbana, densidad modesta para una especie visible. Para Cali no existen aún censos definitivos; por lo que con seguridad las percepciones de sobreabundancia provienen de la facilidad con que la especie aprovecha basuras y carroña en espacios abiertos. Lamentablemente, esa creencia ha motivado acciones letales. En julio de 2025, por ejemplo, se documentó el envenenamiento de 21 ejemplares en el barrio Los Cámbulos: 14 murieron y 7 fueron rescatados con síntomas neurológicos graves; cinco lograron ser liberados tras la rehabilitación.


¿De verdad estan “acabando” con torcazas y palomas?

Si bien su dieta eventualmente admite como presas aves pequeñas, especialmente los pichones en los nidos desatendidos, no es posible atribuir a esta actividad el detrimento de las poblaciones de columbiformes, si es que realmente están disminuyendo. Hasta el momento no hay estudios formales que demuestren un impacto poblacional directo; en cambio, otros factores mejor documentados como el ruido, la pérdida de hábitat, la fragmentación de bosques periurbanos y la alta densidad de gatos domésticos y ferales, tienen un impacto mayor. Personalmente he visto a piguas y palomas compartiendo fuentes de alimentación en sitios de disposición de basuras en el campus de la Universidad del Valle, información corroborada por observaciones hechas por funcionarios del DAGMA quienes señalan que, en muchos puntos de la ciudad, se ha observado el mismo comportamiento entre piguas y palomas, sin indicios de depredación de las Piguas. Tambien las he visto comiendo carroña en el campus de la Universidad del Valle (Figura 8).


Para comprender los cambios en la avifauna urbana se requiere un enfoque multifactorial que considere todas estas variables, en lugar de culpar solo a un depredador visible y exitoso.


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Figura 8. Juvenil de Daptrius chimachima alimentandose de los restos de una tortuga en al Microestacion de Biologia, campus de la Universidad del valle.



Rupornis magnirostris o Gavilán caminero.

Hábitos, porte y comportamiento general. El gavilán caminero es una rapaz de talla media-pequeña (33-41 cm de largo). Los sexos comparten plumaje, dorso pardo grisáceo, pecho rojizo finamente barrado y cola listada, pero las hembras resultan un poco más grandes (≈ 257-350 g) que los machos (≈ 206-290 g).


Se trata de un ave diurna, muy vocal: lanza silbidos lastimeros o chirridos breves tanto desde el posadero como en vuelo, sobre todo cuando planea en corrientes térmicas o corteja. Posada, suele menear la cola de lado a lado (Figura 9).


Su adaptabilidad es notable. Ocurre en pastizales, sabanas con palmas, bordes de bosque, orillas de ríos, potreros, zonas ganaderas y cultivos, además de parques urbanos. No suele ser perseguida y tolera bien la presencia humana. Para anidar construye una plataforma firme de ramas, tapizada con hojas y plumas, casi siempre en la copa; la puesta y la cría coinciden con la estación seca-cálida (primavera según la latitud).


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Figura 9. Rupornis magnirostris posado sobre una percha usada para alimentar otras aves en un jardín del sur de Cali. Algunas veces si se dan las condiciones adecuadas, estas aves pueden aventurarse y bajar cerca del suelo en busca de alimento.



Dieta y tácticas de caza

Depredador carnívoro y oportunista, explota lo que el medio le ofrezca:

  • Pequeños vertebrados: anfibios, lagartijas, serpientes delgadas, roedores y algún marsupial.

  • Insectos grandes: saltamontes, grillos, himenópteros de gran talla y sus larvas.

  • Pichones de otras aves: confirma su capacidad para husmear nidos y capturar crías.

La caza parte casi siempre de un posadero elevado (poste, rama seca, valla ganadera). Desde allí revisa el terreno, se deja caer en picado o emprende vuelos rasantes sobre pastizales anegados para sorprender a la presa.


Distribución y presencia regional

Su rango va del sur de México a Argentina; dentro de Colombia ocupa la mayoría de los departamentos, desde el nivel del mar hasta 2 700 m s. n. m. En el Valle del Cauca es residente común. En Cali resulta fácil verlo en los corredores verdes del barrio El Ingenio o cazando torcazas (Columbina talpacoti y Zenaida auriculata) en jardines suburbanos. Existen registros en la reserva Laguna de Sonso, la finca Loma Linda, la madre-vieja La Zapata (Cartago) y el bosque municipal de Palmira. La especie mantiene poblaciones estables y en expansión; la UICN la cataloga como Preocupación Menor (LC).


¿Existe sobrepoblación?

A diferencia de la polémica que rodea a la pigua, no hay quejas ciudadanas masivas ni estudios que sugieran una densidad inusual de R. magnirostris en Cali. Su éxito reproductivo parece equilibrado con la oferta de presas y sitios donde se perchan. Aun así, la confusión entre “gavilanes” es frecuente en la conversación popular.


Relación con las torcazas y otras columbiformes.

Esta especie si consume pichones o juveniles de otras aves cuando los halla. Personalmente las he observado cazando torcazas, sobre todo las juveniles desprevenidas. Pero los datos revisados no documentan un descenso marcado de palomas o torcazas por su acción. La depredación de polluelos en nidos forma parte de las interacciones ecológicas y, en condiciones normales, no desestabiliza poblaciones sanas (Figura 10).

Como se menciona en el caso de la Pigua, para atribuir un detrimento habría que medir:

  1. Tasa de depredación:  es decir, cuántos nidos/pichones captura.

  2. Tendencia poblacional de las presas: ¿las poblaciones bajan, suben o se mantienen?

  3. Presión de otros factores: pérdida de hábitat, tráfico, ruidos, gatos ferales, etc.

Hoy esos datos faltan y el gavilán caminero se muestra, más bien, cómo una rapaz nativa que puede convivir con otras especies de aves urbanas sin provocar desajustes dramáticos.


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Figura 10. Un ejemplar de Rupornis magnirostris acechando desde un árbol a un grupo de torcazas, en el sur de Cali.



Análisis comparativo y rol ecológico en paisajes rurales y urbanos

Los trabajos realizados en Cali y el Valle del Cauca demuestran que Daptrius chimachima y Rupornis magnirostris comparten varios rasgos clave, ambas son rapaces diurnos, figuran en la categoría de Preocupación Menor (UICN) y han colonizado con éxito zonas agrícolas, ganaderas y núcleos urbanos, pero difieren en la forma en que explotan el territorio y en la percepción social que generan.


Dos estrategias tróficas, un mismo escenario

  • La pigua es omnívora y carroñera. Basa buena parte de su dieta en cadáveres, pero no desaprovecha insectos, pequeños vertebrados o incluso frutos. Ese hábito “limpiador” le otorga un papel sanitario indiscutible; aun así, su presencia en montones de basura o en carreteras la vuelve muy visible y, a ojos de algunos habitantes, la hace parecer “demasiado” abundante.

  • El gavilán caminero es predador activo. Caza anfibios, reptiles, roedores, grandes insectos y pichones de otras aves desde un posadero estratégico. Se le ve menos en basureros y más en pastizales o bordes de bosque, por lo que genera menos recelo pese a depredar crías de columbiformes.


La deforestación y el mosaico agro-urbano favorecen a la pigua: el ganado le aporta garrapatas, las carreteras proporcionan animales muertos que terminan como carroña, y los claros abiertos nuevos posaderos. El caminero se beneficia ante todo de bordes de bosque y potreros con presas abundantes.


Servicios ecosistémicos y conflictos

Aspecto

Pigua (D. chimachima)

Caminero (R. magnirostris)

Servicio clave

Remoción de carroña, limpieza de garrapatas

Control de roedores, reptiles e insectos grandes

Método de búsqueda

Patrullaje caminando o volando bajo, merodeo de basureros y carreteras

Acecho desde perchas elevadas; picados rápidos

Visibilidad urbana

Alta, se congrega donde hay desechos

Media, prefiere bordes con vegetación

Percepción pública

A veces negativa: “plaga”, “introducida”, responsable de la caída de torcazas

Generalmente neutra o positiva; confundida con “el mismo gavilán”

Conflictos reportados

Envenenamientos masivos (ej. barrio Los Cámbulos, 2025)

Pocas quejas; nula evidencia de “sobrepoblación”



La paradoja de la adaptación urbana

El éxito de ambas rapaces en la ciudad incrementa el contacto con las personas. Cuando ese contacto se traduce en carroñeo visible o incursiones a canastas de basura, la tolerancia social disminuye, aun cuando el impacto ecológico sea benigno. Por el contrario, el gavilán caminero, menos asociado a residuos, pasa casi desapercibido, a pesar de depredar pichones.


Comprender estas sutiles diferencias de nicho y de percepción es esencial para formular programas de educación ambiental, reducir la desinformación y mitigar conflictos. Una gestión basada en evidencia debe considerar:

  1. Cuánto aporta cada especie en control de plagas y limpieza sanitaria.

  2. Cómo influye la modificación del hábitat, como la deforestación, expansión vial, basura expuesta, en su densidad.

  3. Qué factores ajenos a las rapaces, como los gatos ferales, el ruido, la pérdida de vegetación, afectan realmente a las poblaciones de Columbiformes.

Solo con datos de campo sólidos se podrá contrarrestar la idea de que “los gavilanes están fuera de control” y al mismo tiempo, reivindicar su rol como aliados silenciosos en la salud del ecosistema urbano.

 

Investigación y monitoreo en la región

Cali y el Valle del Cauca no solo son un “hotspot” de biodiversidad; también albergan una comunidad académica y una infraestructura pública capaces de estudiar, rescatar y conservar a sus rapaces urbanas. Aun así, persisten preguntas clave, especialmente sobre densidad poblacional y efectos reales sobre Columbiformes, que hoy siguen sin respuesta cuantitativa.


Panorama de actores y programas vigentes

Actor / Programa

Rol principal

Acciones recientes relevantes para rapaces

DAGMA – Cali (Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente)

Autoridad ambiental urbana.

Hogar de Paso para rescate y rehabilitación de fauna. • Necropsias y análisis toxicológicos tras el envenenamiento masivo de piguas (julio 2025). • Líneas de alerta ciudadana y protocolos de respuesta rápida.

CVC (Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca)

Gestión regional de flora y fauna.

• Monitoreos conjuntos con WCS-Colombia en Laguna de Sonso y Punta Soldado (influenza aviar, censos de aves). • Portal abierto de datos (eBird, GBIF, SiB, informes técnicos).

Universidad del Valle *

Docencia e investigación en ornitología.

• Más de 30 años formando ornitólogos. • Campus “isla verde” para estudios de avifauna urbana. • Proyectos de monitoreo de rapaces migratorias.

Pontificia Universidad Javeriana-Cali *

Conservación in-campus y ciencia ciudadana.

• Declaración del campus como “santuario” para más de 130 especies. • Seguimiento del aumento de riqueza aviar durante el confinamiento por COVID-19.

Universidad Santiago de Cali *

Innovación tecnológica aplicada a aves.

• Dispositivos con IA para identificar y proteger fauna urbana.

Dato adicional: Las tres universidades mantienen anillos verdes que, además de funcionar como “aulas vivas”, sirven de corredores biológicos para pigua y gavilán caminero dentro de la mancha urbana.



Lo que ya sabemos y lo que aún falta por medir

  • Rescates y mortalidad: El DAGMA ha documentado que los casos de conflicto más graves, por ejemplo, envenenamientos, obedecen más a la percepción del público que a datos sobre densidad real. Sin embargo, sería ideal tener un registro sistemático de causas de ingreso al Hogar de Paso (colisiones, disparos, intoxicaciones, etc.) que permita detectar y medir tendencias.

  • Densidad poblacional local:

    • Para pigua, la única cifra efectiva proviene de Sincelejo (4,9 ind/km²); en Cali no existe conteo riguroso.

    • Para gavilán caminero, los listados de observación indican que la especie es “común”, pero no hay estimaciones numéricas de individuos o territorios (figura 11).

  • Efecto sobre Columbiformes:

    • No se han publicado estudios de dieta basados en egagrópilas (masa compacta de restos no digeridos que ciertas aves, especialmente rapaces, regurgitan) o cámaras-nido dentro del ámbito urbano de Cali.

    • Las acusaciones de “detrimento” se originan sobre todo en redes sociales y prensa, sin respaldo de muestreos estadísticos serios.

  • Percepción social y educación:

    • Programas educativos del DAGMA y la CVC existen, pero su cobertura es limitada. Aún predominan mitos como “los gavilanes fueron traídos para controlar palomas” o “hay que eliminarlos para salvar pájaros pequeños”.

 

Brecha crítica y prioridades de investigación

La disparidad entre la preocupación ciudadana y la ausencia de evidencias cuantitativas crea un vacío de información que agrava el conflicto. Para cerrar esa brecha se requieren:

  • Censos estandarizados, puntos de conteo, transectos o drones, en barrios representativos, comparando zonas residenciales, comerciales y corredores ecológicos.

  • Análisis de dieta multitécnica: con observación directa, inspección de egagrópilas, o técnicas como el metabarcoding (técnica molecular que permite identificar múltiples especies en una muestra compleja analizando simultáneamente sus secuencias de ADN) en restos alimenticios.

  • Modelos de interacción trófica que incluyan entre otras variables la presión de gatos ferales, disponibilidad de alimento antropogénico y pérdida de cobertura arbórea.

  • Encuestas de percepción para medir cómo la gente interpreta la presencia de rapaces y cómo esa percepción cambia tras campañas educativas.

Un llamado a la acción conjunta

La región dispone de personal con talento, laboratorios, voluntarios y datos dispersos; pero falta articularlos en proyectos focales, con financiamiento sostenido y protocolos compartidos. Solo así será posible pronunciarse con rigor sobre temas como:

  • ¿Cuál es la verdadera densidad de pigua y gavilán caminero en Cali?

  • ¿Qué porcentaje de su dieta urbana está compuesto por palomas o torcazas?

  • ¿Cuánto pesan otros factores, gatos, ruido, poda excesiva, en la caída de pequeñas aves?

Responder esas preguntas con cifras, no con suposiciones, será la base para políticas de manejo y para reducir la brecha entre ciencia y opinión pública.

 

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Figura 11. Adulto de Daptrius chimachima posado sobre el muro del jardin de una casa del sur de Cali.



Conclusiones y recomendaciones


Hallazgos clave

  • Dos rapaces nativas y exitosas. El caracara chimachima (Daptrius chimachima) y el gavilán caminero (Rupornis magnirostris) son residentes naturales de Cali y del Valle del Cauca. Su versatilidad para ocupar potreros, bordes de bosque y jardines urbanos explica que ambas gocen hoy del estatus de “Preocupación Menor” (UICN) y presenten poblaciones estables o en ascenso.

  • Pigua: el carroñero visible. Su dieta omnívora, con fuerte componente de carroña, y la apertura de nuevos claros por deforestación han favorecido la expansión de la pigua hacia la zona urbana. Esa mayor visibilidad alimenta la percepción de “sobrepoblación”, origen de conflictos tan graves como el envenenamiento masivo registrado en 2025.

  • Gavilán caminero: cazador generalista, conflicto menor. El gavilán pollero depreda pequeños vertebrados y pichones; pese a ello, no existe preocupación en la ciudadanía sobre su abundancia. Su éxito ecológico demuestra que no todas las aves se ven igualmente impactadas por los cambios urbanos.

  • Sin evidencia de detrimento en Columbiformes. Los datos disponibles no sustentan que la presencia de estas rapaces esté causando un declive pronunciado en palomas o torcazas. Factores como gatos ferales, ruido, poda intensiva y pérdida de arbolado urbano siguen siendo los sospechosos principales (figura 12).

  • Infraestructura científica robusta, pero con vacíos. DAGMA, CVC y las universidades locales sostienen programas de rescate, investigación y monitoreo; sin embargo, aún faltan censos de densidad poblacional finos y estudios dietarios cuantitativos que midan con precisión el efecto de pigua y gavilán sobre otras aves.

 

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Figura 12. Adulto de Rupornis magnirostris perchado en un guayacan al sur de Cali. Se alcanza a ver como es hostigado por un colibri Saucerottia saucerottei quien activamente pone en aviso a las otras aves sobre la presencia del gavilan.



Mensaje final

La convivencia con pigua y gavilán caminero es una prueba de madurez ecológica para Cali. Ambas especies prestan servicios ambientales como limpieza de carroña, control de roedores e insectos, y son indicadores de la salud de nuestros pocos, pero muy valiosos remanentes verdes.


Combatir la desinformación con rigor científico, restaurar hábitats y reforzar la empatía hacia la fauna local no es solo un imperativo ético: es la ruta para ciudades más resilientes, bellas y biodiversas. Con datos confiables, educación continua y protocolos claros, Cali puede convertirse en modelo latinoamericano de gestión de rapaces urbanas y, de paso, en bandera viva de la relación armónica entre naturaleza y sociedad.

 


Francisco López-machado

Biólogo, Fotógrafo de Naturaleza y Divulgador.

Septiembre de 2025





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Referencias Consultaddas Agosto de 2025


Para tener acceso a las referencias consultadas abrir el archivo adjunto en PDF.



 
 
 

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